Salvadores
En la zona en la que vivo hemos recogido varios perros abandonados las últimas semanas. Tratamos de encontrarles dueños o los cuidamos durante varios días. Casi nunca tienen microchip de identificación. Todos los años ocurre lo mismo por estas fechas. Las perreras se llenan de perros traicionados por desaprensivos caprichosos o por seres humanos a los que creo que les queda un largo camino para poder entender palabras como lealtad, cariño o amor. Lo he escrito muchas veces: he aprendido de los perros tanto o más que de los libros o de los viajes. Que qué me han enseñado: la naturalidad de vivir y la fidelidad. Los que tienen o han tenido perros saben de lo que hablo. Los que no han tenido esa suerte aún están a tiempo de descubrir que la existencia tiene poco que ver con el Dow Jones, las ambiciones pasajeras o los supuestos éxitos profesionales. La vida se resume en un cruce de miradas entre dos seres vivos que se entienden y comparten algo de ternura en medio de la nada. Nos cuesta coger a los perros abandonados que encontramos en la calle. Han perdido la confianza en el ser humano; pero a los pocos días la recuperan y olvidan para empezar de nuevo y para hacer felices a quienes están a su alrededor. Lo que sucede es que muchos de ellos no tienen la suerte de una segunda oportunidad.
En la vida lo bueno y lo malo convive en todas partes. Hoy quiero hablarles de la Asociación Anahi. En los últimos meses han sacado sesenta perros de la perrera de Santa Brígida y les han ido buscando nuevos dueños, o bien los acogen en ese paraíso que tienen montado en Cercados del Espino, en Arguineguín. Viven solo de las donaciones de sus socios, y por suerte son muchos los que compensan las brutalidades de los más desaprensivos y de los que aún maltratan a los animales con total impunidad y sin cargo alguno de conciencia. En el albergue se bañan en las charcas cercanas a la presa de Soria, se les alimenta y se les trata con un cariño que ayude a compensar sus días desorientados y esa mirada triste que se les queda siempre en el fondo de sus pupilas a los que alguna vez fueron traicionados. Si quieren saber más de Anahi o formar parte de su proyecto pueden acercarse a su página web. Esa labor también la llevan a cabo a nivel nacional asociaciones como El Refugio o en el ámbito insular, en este caso con hogares de acogida, Adopta un amigo en Gran Canaria. Todos ellos también se están enfrentando a una época de crisis, y ahora están saturados por los abandonos veraniegos. Por eso escribo estas palabras. Hacen falta dueños que compensen el daño de otros humanos que maltratan o abandonan a los seres vivos más emotivos, leales y fieles que conozco. Se merecen toda la felicidad del mundo.
*El perro que ilustra este artículo es Maxi, uno de los muchos amigos que puedes encontrar si te das un salto a Cercados del Espino (Km. 12,800), en Arguineguín, Gran Canaria.
Este artículo se publicó ayer domingo en la edición de papel de Canarias 7.
El autor es Santiago Gil, escritor y peridista.
Desde aquí queremos darle las gracias.